De la época romana se conservan dos estelas funerarias, y un relieve incrustado en una vivienda. De la visigoda dos pizarras en el campamento de La Legoriza. Pero los documentos datan más fielmente la villa en 1225, cuando es cedida al obispado de Salamanca. La prosperidad del lugar arranca en el siglo XVI, con la rehabilitación del Castillo por parte del Conde de Miranda.
El pueblo sigue el trazado serrano propio del lugar. Las casas, la estructura y distribución tradicional: planta baja con muros de piedra de granito y dos puertas, una de acceso a la vivienda y la otra a la cuadra y la bodega; la planta primera, con exterior de piedra o adobe y tramonera, e interior destinado a dormitorios o alcobas dispuestas en torno a una sala central; en la planta segunda se encontraba la cocina y, encima o al lado, el sobrado o desván que servía de secadero para los productos de la matanza, tambien podía haber un horno de pan.
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